Antes de la dichosa pandemia solía ir una o dos veces por semana a una tienda de cómics a comprar la mandanga. Llevaba haciendo ésto desde mediados de los ochenta. Pensaba que no podría dejar de hacerlo nunca. Y sin embargo, llevo más de un año sin pisar una tienda buscando novedades cual topo adicto al pervitín. Lo más cerca que he estado ha sido comprarme un cómic del Joker en un quiosco aprovechando una salida para hacer unos recados.
La colección de Los Cuatro Fantásticos no necesita dioses alienígenas, ni batallas galácticas ni siquiera parajes extraños, sólo otro bodorrio más. Para ésto me compro el "Diez Minutos".
Si me lo dicen hace años no me lo creo. Creo que el ansia se me ha muerto. Se me debe de haber caído por algún sitio y no la encuentro. Ya no me llaman las novedades, ni saber lo que ha salido, ni nada de nada. De vez en cuando pico con alguna oferta en alguna tienda de libros. Pero la verdad es que no me dan ganas de ir a buscar cómics. Tanta innovación, tanto artista, tanto púlpito, tanto tochal a sesenta euros para adornar estanterías, tanta colección interrumpida, tanto título inédito y tanta mierda me han quitado las ganas de ir a comprar tebeos. Bueno, me han quitado las ganas de comprarlos no las de leerlos. Tengo muchas ganas de volver a leerme el Daredevil de Frank Miller, el Thor de Walt Simonson, el Batman de Neal Adams, La saga de la Tierra Maldita del Juez Dredd o todos los álbumes que tengo del teniente Blueberry. Pero eso ya lo tengo en casa, sólo tengo que ir a la estantería y darle caña a las córneas.
¿Porqué tener a un tío feo con el ojo a la virulé de protagonista si podemos tener a una simpática adolescente?
Así que enhorabuena a la industria del cómic. Habéis conseguido echar a un cliente de toda la vida con vuestras chorradas y con el afán de conseguir nuevos lectores y lectoras. Un consejo, si queréis tener nuevos lectores inundad los quioscos de cómics como en los ochenta. La de grapas que se podrían haber vendido durante el puto confinamiento o incluso tomos a 13 euretes. Así que debe de ser que he mutado de comprador compulsivo de cómics a simple lector, algo mucho más divertido para mí y para mi cartera.
Aquí pasa algo raruno... bueno seré yo que tengo la mente sucia...
La verdad, me veo incapaz de seguir mes a mes una colección. Una de las últimas que seguí fue el Green Lantern de Grant Morrison y Liam Sharp y cuando vi que me hurtaban el final de la mini-serie de 12 números, remitiéndome a otra serie titulada Black Stars y por supuesto a la segunda temporada me causó tal cabreo que acabé bramando en arameo. Y luego están las moderneces y las chorradas.
Madre mía el Hombre de Hielo haciendo de Lady Gaga... y Sendero de Guerra ha cambiado los cuchillos por dos erizos de mar escocidos...
Las bodas estúpidas metidas con calzador para vender más números y los pases de modelos de dudoso gusto en clubes satánicos. Vamos, el bajarse los pantalones con las modas pasajeras, con gente que no se va a gastar un euro en un cómic y por supuesto con el maldito Jolibud, ante el cual se rinden sin pelear los cómics actuales.
Coloso se ha metido a chuloputas...
Lobezno ha inventado una nueva prenda, el chándal-smoking (arreglao pero informal), Magneto le ha robado el traje a Mandrake el Mago y del Profesor Xavier y su chatarra quincallera mejor no hablamos. Jubilee muy guapa, eso sí...
Bob Layton decía que en veinte años ya no existirían los cómics y puede que lleve razón. Hasta incluso puede ser que sean menos años. Así que ahí os quedáis con vuestras Capitanas Barraganas, vuestras Harlot Queens, vuestros Profesores Chuloputas, vuestras Hulkas hombrunas, vuestros Ice-Gagas, vuestras orgías satánicas mutantes y todas esas abominaciones que se os ocurren. Y ahora ya podéis condecorarme con el "-ista" que corresponda. Yo ya sé que soy un cavernícola. Pero un cavernícola con biblioteca, que conste.
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