lunes, 20 de octubre de 2014

El tren, de John Frankenheimer


Estaba yo un día en uno de los sitios en los que compro pelis dudando entre comprarme Daredevil o El tren. Hala qué bruto, pensé pero cómo puedes dudar, es fácil, El tren de John Frankenheimer y ya si eso completaré más adelante las pelis de Marvel. Y no me equivoqué claro. El otro día estuve viendola otra vez y me lo pasé bomba, nunca mejor dicho. Gran película de la Resistencia francesa, sí señor. Lo putas que las pasan para evitar que los alemanes les roben un tren lleno de cuadros. Bueno, lo quiere robar un oficial alemán en concreto, interpretado por Paul Scofield, particularmente cabroncete el tío. Los pobres soldados alemanes sólo quieren salir de Francia porque los Aliados ya están asomando las orejas. 




Y en medio de todo ese follón está el amigo Burt Lancaster, que intrepreta a un jefe de estación llamado Labiche que está metido en la Resistencia y cada vez tiene menos hombres y medios para hacer su labor de sabotaje. A él los cuadros le importan una puta mierda y le importan más los que trabajan con él. Lo gracioso es cómo se lo montan los franceses para tocarle los cojones a los alemanes, cambiando nombres de estaciones, amordazándose ellos mismos cuando uno de la resistencia apuñala a un soldado alemán, descarrilando dos trenes, haciéndose pasar por soldados alemanes, saboteando máquinas con monedas, haciendo saltar por los aires un camión... vamos lo que solía hacer la Resistencia. Y los Aliados sin aparecer claro. 






Al final tienen que hacerlo todo ellos e incluso sus hijos porque los americanos están a la vuelta de la colina pero nunca aparecen. Eso sí, bombardear bombardean lo que haga falta. Es lo único que se ve de los Aliados en la película, los aviones bombardeando. Bueno, eso y un señor muy gracioso con traje y sombrero que viene a darle las órdenes a Labiche, cada una de ellas más absurda y peligrosa que la anterior. Y siempre con la frase "Londres quiere ésto... Londres quiere aquello" y el amigo Labiche cagándose en su puta calavera y en la de el tal Londres. Y no les cuento más porque se la estripo. Si no la han visto, ya tardan... Por cierto, a Daredevil, que le den. Vale, acabaré comprándola, pero que le den.

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