lunes, 14 de julio de 2014

Spenser al rescate

Buff, qué descanso, ya pensaba que estaba maldito y era incapaz de acabarme un libro. Menos mal que han venido Robert B. Parker y el detective Spenser a salvarme del analfabetismo. Si señores, después de dejar dos novelas a medias (por ahí atrás andan) por fin he conseguido acabar un libro. En sólo dos días. Y encima lo he disfrutado como un cochino en un lodazal. La novela negra pocas veces defrauda. Lo que me ha llamado la atención es cómo cambia el personaje en las novelas. Yo recordaba una serie que hicieron del personaje protagonizada por Robert Urich y Avery Brooks (el capitán Sisko de Espacio profundo nueve). Para empezar en ésta novela el personaje que interpretaba Brooks, llamado Hawk, no sale. Recuerdo que en la serie era una especie de mafioso bueno que le sacaba siempre las castañas a Spenser cuando éste se metía en un lío de los buenos. Que me meto en un jardín, pues llamo Hawk como si fuera el Llongueras. ¡¡Haaaawk, te necesitooooo!!


Claro, al final resultaba que el tal Hawk acababa comiéndose al amigo Spenser y terminaba siendo más interesante. Creo que incluso le dedicaron un spin-off en el que volvía a su ciudad de origen a montarla parda. Era como el personaje de Ratón en las novelas de Walter Mosley protagonizadas por Easy Rawlins. A Rawlins le pasaba lo mismo que a Spenser, que me meto en un jardín, pues llamo a Ratón, que es un bestia y un asesino y hala, ya tenemos masacre. Sin embargo en la novela Apuestas mortales el amigo Spenser es un cabestro de tres pares de narices. A un tío casi lo mata a hostias. A otros dos les prepara una emboscada y se los carga con una escopeta. A los dos. Y no llama a Hawk ni a Santa Claus, ni a Ratón, ni a la puta madre de Bambi. El tío se las compone solo y en paz. Y encima se fumiga a dos pibas a la vez. Este tío es mi héroe. Y además es capaz de hacer flexiones con un brazo, circunstancia que aprovecha para ir ligando por ahí. Menudo jachondo el tal Spenser. Mucho más divertido que el de la serie. 




También se libra de uno de los tópicos propios de las novelas de detectives privados, a saber, que éstos suelen comerse una somanta de hostias en el transcurso de sus investigaciones. Pues éste, nanay. Se libra del tópico en un par de ocasiones y ya les digo que la somanta la propina él. Y ya si les cuento lo que pagué por ella se tronchan. 20 céntimos. Si amigos, 20 céntimos de nada, me costó donde la compré, en un puesto de la Cuesta de Moyano regentado por un viejo cascarrabias. Merecía la pena darle los 20 céntimos a semejante maleducado. Así que ya estoy más tranquilo. No es que yo sea un pésimo lector. Es que los libros que dejé verdaderamente eran un jodío tostón. O por lo menos eso me parecieron a mí.

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